“Fueron dos veces fuertes. Dos erupciones fuertes hubieron … la primerita fuera la que más nos asustó. Porque no habíamos visto esa clase de erupción. Solamente … ya estabamos acostumbrados. Yo desde cuando nací, yo creo que ya el volcán estaba haciendo erupción. Pero solo se bañaba en fuego, así, ¡que bonito el volcán! Podía uno caminar aquí – no había luz, todavía no había luz publica, nada, nada, con candelas en las casitas – pero aquí podía uno caminar con la claridad del volcán. Y en la claridad una roja de donde uno podía estar jugando así en la oscuridad, pues, con la claridadona del volcán.”
Joan Didion nos dijo que <<Nos contamos historias para vivir>>. Es una cosa vivir de nuevo a través de contar una memoria feliz, pero volver a vivir una memoria dolorosa es otra cosa. ¿Por qué es importante contar historias sobre un desastre volcánico?
Desde octubre 2021, he estado trabajando con personas grandes viviendo alrededor del Volcán de Fuego, Guatemala, recopilando sus historias de erupciones en los años 60s y 70s. Sus cuentas hablan de un paraíso destruido por una naturaleza espantosa, de una comunidad tranquila y próspera convertida en cenizas por la rabia del fuego. Sus cuentas me cautivan y estoy agradecida por su generosidad en compartirles. Pero en el hecho de compartirles, puedo percibir tantas emociones fuertes. Una cara asombradas por el miedo, una voz hizo alta con ira. A veces me pregunto ¿para qué pedirles que comparten estas historias si provocan tanto sufrimiento? Pero una voz dentro de mí exige que continúe, y quiero saber porque.
Volvamos a los raíces que inspiraron esta investigación. Volcán de Fuego entró en erupción en octubre de 1974 por unas dos semanas, echando cenizas y flujos piroclásticos por sus faldas hacía el suroeste. Esta erupción me ha fascinado desde hace mucho tiempo. Uno se puede encontrar mucha información del evento por el internet; sin embargo, la mayoría se enfoca en la cronología de la erupción y la geoquímica de sus productos. Estos sí son interesantes – pero ¿cuáles fueron los impactos sobre las poblaciones cercanas? Si fuera tan grande, ¿dónde se encuentra los documentos sobre la respuesta inmediata, de los daños a los cultivos, de techos desplomados o colapsados por el peso de la arena que cayó? La literatura académica no tiene respuesta.

De todos modos, yo me puse a pensar en un proyecto que hize hace tres años, la primera vez que yo recopilé relatos de los vecinos del Fuego. Ese proyecto no enfocaba exclusivamente en 1974. Pero me brindó una memoria muy viva, el día en que yo escuchaba un varón de 60 años describiendo una erupción que pasó más o menos ese tiempo. Estabamos sentado a la orilla de su pozo de tilapia, y la superficie del agua ondulaba mientras los arboles oscilaban sus ramas en el brisa azul. Mientras tanto, habló él de azufre y del fuego del infierno. Tenía 12 años y estaba jugando canicas con su hermano cuando el cielo se puso negro y una plume enorme, como un hongo, se levantó del volcán. Ese relato era, sin duda, la historia mas irresistible del volcán que había escuchado. Todavía lo puedo recordar perfectamente, cada sensación, los olores, los sonidos, como se veía el suelo debajo de sus pies. Me contó una historia para que lo podía vivir. Y me dió cuenta con fuerza el poder de compartir experiencias personales para transmitir el entendimiento del riesgo volcánico, con mucho más fuerza que cualquier documento técnico que había leído. Otra vez tendré que compartir la cuenta desde el principio …

Yo pense que el varón era relatando su memoria de la erupción del octubre 1974, y entonces me propusé aprender más del evento. Una de las comunidades que visitaba para descubrir más se llama Panimaché Dos (el tema de mi artículo previo). Tengo el placer de contar con muchos amigos allí, y muchos compartieron sus experiencias conmigo. Lo que yo no esperaba era de que sus memorias del octubre de 1974 se esfuman en comparación a sus experiencias de lo que pasó en abril de 1967. En ese tiempo, se hizo la primera de tres erupciones en que cayó arena, y esa primera erupción fue la que destruyó la aldea. El artículo que estas leyendo empezó con las palabras de un vecino que estaba viviendo conmigo la memoria de la aldea antes de 1967. Este es cómo parecía después:
“Ya cuando cayó la arena grande, entonces, fue duro para nosotros. … desde esta erupción, se destruyó nuestra aldea. Ya nunca vimos la tierra para poner nuestros pies sino que ya solo sobre de arena podemos caminar.”
Y aquí les comparto otro relato, de la misma erupción, de un viejito de la aldea Morelia:
“Otra erupción que hubo … yo ya era viejo. Tenía unos 35 años, yo. … En esa tiempo, yo era evangelico de la San Adotrina. Allá en Panimaché, alli se hacian las conferencias. Alli se hacían comida … allí está burbullando toda la comida, cuando hacía ¡BUM! el volcán. … Y iba yo [a Panimaché] a medio camino todavía cuando – ¡POW! ¡POW! Caía arena y se veía así – un camarón. Así camarón, así. O sea, ¿que el volcán tiene contacto con el mar?”
Sobre otro tema, este segundo relato me hace recorder de una narración graciosa que un amigo me contó el otro día:
Un artista europeo, del movimiento Surrealista, viaja a Centroamérica para pintar y para promulgar el movimiento entre los artisas allí. Se asiente en un pueblito tranquilo en México. Un día poco después de llegar, esta manejando detrás de dos vehículos: el primero, un picop con unas vacas en la palangana, y en su cola un carro chiquito. De repente se reventa el puerto de la palangana y el ganado se caen sobre el carrito, aplastando completamente el carro y sus pasajeros. El picop se para y el conductor aparece, blande su sombrero, y grita, “¡No otra vez!”
El artista se da cuenta de que no es necesario brindar el surrealismo a Centroamérica: ya era experto.
Volviendo al tema de las erupciones del Fuego, me sorprende mucho que los eventos de 1967 no aparecen de manera prominente o en artículos académicas o en los bases de datos como el GVP. ¡Pero era ENORME! Exterminó panaderías and trapiches – terminó con un paisaje – transformó la área hasta el reordinamiento de comunidades, como se ve en el traslado de Panimaché Uno.

Me acuerda del frase dicho por Maya Angelou, <<no hay una agonía mas fuerte que llevar una historia dentro de tí que no has contado>>. Cuando hablaba con adultos mayores en Panimaché Dos sobre 1967, me sorprendía la violencia y emoción bruta de sus memorias. Me parecía una trauma colectiva de que los testigos no han hablado mucho, o en ocasiones cuando han hablado no se lo ha recibido como debería; tal vez era dificil escucharles por la misma razón de la fuerza de sus sentimientos. Estas mismas emociones pueden encantar cosas ordinarios; por ejemplo, una pared a la entrada de la aldea. Antes de escuchar los relatos, es un recuerdo de un evento lejano y olvidado, nada más. Después, al partir, es un símbolo conmovedor de un cambio irrevocable a este paisaje. Tengo que dejar mis palabras en una nota de voz para que se derramen las emociones del día que he absorbado.

También me da cuenta de que estoy equivocada. Llegué aquí para estudiar los impactos del octubre de 1974, y encontré otro evento aún más impactante. En escribir la aplicación por la beca que me apoya aquí, estaba reafirmando la prominencia de 1974 sobre otras erupciones. Pero al aprender mi error, ¡me parece bien estar equivocada! Por que estar así trae la oportunidad de ser adaptable, cambiar uno su mente, y mantener un mente abierta. Este es central en el proceso científico:

Tras todas estas palabras, todavía no he contestado mi pregunta inicial. ¿Por qué es importante contar historias sobre un desastre volcánico? Creo que tengo tres respuestas. Primera, porque el registro ‘oficial’ de la actividad histórica de Fuego no incluye las experiencias de estas personas, y esta ausencia es una injusticia. Segunda, porque la narración de una memoria traumatica puede ayudar una persona a dar sentido a su experiencia. Si mi presencia y interés ayudó alguien dar un poco de sentido a este fracaso, lo considero un éxito. Finalmente, porque el entendimiento de un desastre a través de narrarlo da una aceptación de la presencia y poder de la fuente natural que causó las amenazas volcánicas, y este entonces ayuda reconocer que el peligro que pasó puede pasar de nuevo. Voy a dar la palabra al vecino cuyas palabras empezaron este artículo:
“Así es como puede pasar ahora también. Que ya los jovenes, las señoritas, hoy en que está tronando el volcán – no le ponen asunto. Pero cuando miren que está cayendo piedras grandes, entonces va a ser la tribulación, ¿verdad? … Entonces – a mi me interesa que quede grabado, para que los niños, de aquí en adelante, ellos ya sepan, ya tengan una idea que es lo que nos ha pasado a nosotros y así les va a pasar a ellos, ya cuando nosotros ya no estemos, a ellos lo va a pasar igual o peor, tal vez.”